martes, 23 de mayo de 2017

¡Vivan los héroes que nos dieron puentes!


Sábado 13 de septiembre:

La mañana corrió con airecillo de “no-te-levantes-hasta-el-día-17”; gelidez que exigió un café colombiano bien cargado, endulzado con miel, al refuerzo de un chorrito de jerez…
Enciendo sin ganas mi computadora. En el rincón de mi cuasi-oficina el sol juega a ser puente entre el ambiente sombrío de la recepción y el rebote luminoso de las fachadas de enfrente filtrándose por las ventanas. El humo del café blanquece y toma la importancia que sabe dar el retozo de luces y sombras de media mañana nórdica; de pronto empieza a danzar, a jugar con el tiempo y resbalar hacia el cielo, volviéndose interminable; toma la forma de espiro, donitas, giroscopios informes, veletas de viajero imaginario… y se tinkerbelliza… adopta el perfil de una mujer de fantasía, de las que cumplen deseos. Delinea su sonrisa, profundiza sus ojos, derrama por su bella delgadez un cabello que se pierde entre las alas… y vuela a contraluz jugueteando con el “me-acerco-me-alejo-de-ti”… y se transforma en letras, palabras, mensajes indescifrables… y arroja su disfraz a todos los puntos cardinales, reinventando otro juego... tan sensual como peligroso…  tan etéreo como ardiente.
La taza de café suda vapores, condensándolos en ríos de lava, se pierden al llegar al escritorio, donde me arrojan una verdad fría: habrá puente laboral, será posible hacer aviones de papel con el tiempo, burbujas con el quehacer acostumbrado.

En mi despacho se vive una exacerbada adoración al tiempo y su tic tac preciso, con clangs, gongs y cucús que etiquetan las horas… sigo a la espera de poder dar el primer sorbo a esa combinación dulce-amarga de elementos naturales… estoy echando humito… mi computadora se reprograma a no hacer nada, celosa porque no dejo de mirar la humarada juguetona…

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