domingo, 1 de junio de 2025

 

La evolución poética donde la “Nada” no existe

 


Acercamiento a la poesía de Ildefonso Moreno y

Todas las noches viajo a la nada

 

“Creo que el diablo no existe,

pero el hombre lo ha creado,

lo ha creado a su imagen y semejanza”

Fiodor Dostoyevski

Los hermanos Karamazov

 

La poesía puede embelesarnos o descorazonarnos al primer atisbo, pero hace falta una segunda o n lecturas para alcanzar a llegar a una conexión efectiva con el poeta o entender el significado de lo expuesto en los versos; pues, como siempre, aun después de conocer el título, en nuestra primera lectura partimos del “No-saber”, de la nada, como lo explicara Donald Barthelme en una de sus conferencias sobre el proceso creativo. Al ojear poesía no debemos olvidar que el poeta es una persona capaz de leer la vida, que no es poca cosa; por eso, a veces, la dificultad del entendimiento. Barthelme nos habla de que en toda historia empezamos de cero y se van agregando los elementos de la narrativa como ejecutar una sorpresiva y estudiada receta de cocina.

Todas las noches viajo a la nada, en base a esta primicia, nos invita a una cruzada donde se van integrando uno a uno los elementos. Y la poesía viene a ser un diálogo entre lo que nunca llegaremos a conocer y lo que adivinamos en los sueños. De eso trata este libro.

Pero ¿por qué hablo de narrativa en la poesía? La lirica de Ildefonso Moreno nos da pistas de que el viaje no será del todo placentero. Nos sumergimos en una historia que a lo largo de sus páginas no relata este libro, pero nos va revelando todos los ingredientes.

Entramos en el campo de la ficción, donde, como diría Juan Rulfo, que no era poeta, pero se las sabía todas, “En literatura sólo existen tres temas: El amor, la vida y la muerte. Y resulta que Ildefonso Moreno nos trae en esta publicación un nuevo tema: La nada.

¿De qué trata, de nada?

“Sabía que existía un punto fragmentado entre lo que imaginé y lo que no sucedió”, dice, como cuando el destino fluye jugando con el tiempo e intentamos recorrer la senda caminada sin saber dar pasos atrás. Hay un trayecto que no permite pisadas en falso. Y este camino lo recorre el poeta.

El poeta hace que escuches el ruido del árbol al caer, donde nadie estuvo, eso que Berkeley niega que haya existido. E Ildefonso Moreno llena de estrépito sus versos con imágenes que nadie vio, pero que saturan nuestro iris al leerlo.

Este poeta cruza la barrera por encima de la narrativa y nos da una meta-visión de los tres niveles: autor, narrador y protagonista, que en Todas las noches viajo a la nada son uno solo y somos todos.

¿Cómo es el viaje de esta meta-historia?

Hay un cuento de Stephen King titulado El aviador nocturno, en el cual las distancias se transitan en la umbra y la muerte avanza en ese desconcierto Berkeliano de “nadie vio”. En los versos de Ildefonso la vida transita así, como un recuerdo furtivo que es perseguido por la búsqueda de la verdad, pero, a veces, sólo encuentra un bosque de árboles caídos en el silencio.

Las inclemencias del recuerdo siempre tiñen cada lágrima de plúmbago iridiscente. La poesía de Ildefonso Moreno en Todas las noches viajo a la nada nos lleva a ese viaje nocturno sin reservación, donde retoma las horas de una huida jamás realizada y extrae del sabor a café los metales preciosos de la añoranza.

Julio Cortázar describe a la novela como el día –normal-, la poesía como la noche, y el cuento, o las historias que fluyen en él, como el atardecer, que transita entre una frontera del día (o de los géneros literarios) y la otra. En la narrativa contemporánea se ha dado por aderezar las “sorpresivas recetas de cocina” que nos ejemplifica Donald Barthelme, con pinceladas de lirica que le abonen una mejor estética al texto completo. En el caso de Todas las noches viajo a la nada, Ildefonso nos lleva en sentido contrario al atardecer de las letras, insertando, sin confesarlo completamente, una historia que navega en aguas profundas.

“Papá se ha ido. Cuando vuelvo a subir las escaleras de la casa, todo es silencio, hace más tiempo que se fue mamá. Ya no hay Coca-Cola, cerveza o una risa”.

Bajo el marco de la puerta hay una historia que el recuerdo trata de esconder. En la azarosa búsqueda del desencuentro, el poeta, cautivo de sus versos, desenreda sus vicios y virtudes para darnos señales inequívocas que el día a día es hundirse repetidamente: “El olor a cigarrillo me lleva a recuerdos que no viví en mi infancia”, y en la siguiente estrofa la realidad descarna, sin sorpresas.

La nada habla de una tragedia humana que desconocemos si le sucede al autor, al narrador o al protagonista, detalle que logramos saber hasta el último verso.

“Hoy podría ser uno de los días en los que logre llegar al final de mis pasos”.

Ildefonso Moreno navega en la poesía intimista como saliendo de una isla desierta, pero con el rumbo bien marcado. Ya no hay esa nada en sus manos. Encadena “La atracción vertiginosa a un pasado no existente” en una jornada inhóspita que parece no tener desenlace, pero en el verso final nos da la solución: Un poema total que culmina como inicia la noche: después del último rayo de sol.

O sea, en resumidas cuentas, en todo viaje nocturno a la nada, Ildefonso Moreno regresa con todos aquellos apuntes, que, como buen poeta, le ha extraído a la vida.


Este artículo fue publicado en el periódico 

Ecodiario de Zacatecas, el 1 de junio del 2025

 

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