La evolución poética donde la “Nada” no existe
Acercamiento a la poesía de Ildefonso
Moreno y
Todas las noches viajo a la nada
“Creo que el diablo no existe,
pero el hombre lo ha creado,
lo ha creado a su imagen y semejanza”
Fiodor
Dostoyevski
Los
hermanos Karamazov
La poesía puede embelesarnos o descorazonarnos al primer
atisbo, pero hace falta una segunda o n
lecturas para alcanzar a llegar a una conexión efectiva con el poeta o entender
el significado de lo expuesto en los versos; pues, como siempre, aun después de
conocer el título, en nuestra primera lectura partimos del “No-saber”, de la nada, como lo explicara
Donald
Barthelme en una de sus conferencias sobre el proceso creativo. Al ojear poesía
no debemos olvidar que el poeta es una persona capaz de leer la vida, que no es poca cosa; por eso, a veces, la dificultad
del entendimiento. Barthelme nos habla de que en toda historia empezamos de
cero y se van agregando los elementos de la narrativa como ejecutar una sorpresiva
y estudiada receta de cocina.
Todas las noches viajo a la
nada, en base a esta primicia, nos
invita a una cruzada donde se van
integrando uno a uno los elementos. Y la poesía viene a ser un diálogo entre lo
que nunca llegaremos a conocer y lo que adivinamos en los sueños. De eso trata
este libro.
Pero ¿por qué hablo de narrativa
en la poesía? La lirica de Ildefonso Moreno nos da pistas de que el viaje no
será del todo placentero. Nos sumergimos en una historia que a lo largo de sus
páginas no relata este libro, pero
nos va revelando todos los ingredientes.
Entramos en el campo de la
ficción, donde, como diría Juan Rulfo, que no era poeta, pero se las sabía
todas, “En literatura sólo existen tres temas: El amor, la vida y la muerte. Y
resulta que Ildefonso Moreno nos trae en esta publicación un nuevo tema: La
nada.
¿De qué trata, de nada?
“Sabía que existía un punto
fragmentado entre lo que imaginé y lo que no sucedió”, dice, como cuando el
destino fluye jugando con el tiempo e intentamos recorrer la senda caminada sin
saber dar pasos atrás. Hay un trayecto que no permite pisadas en falso. Y este
camino lo recorre el poeta.
El poeta hace que escuches
el ruido del árbol al caer, donde nadie estuvo, eso que Berkeley niega que haya
existido. E Ildefonso Moreno llena de estrépito sus versos con imágenes que
nadie vio, pero que saturan nuestro iris al leerlo.
Este poeta cruza la barrera
por encima de la narrativa y nos da una meta-visión de los tres niveles: autor,
narrador y protagonista, que en Todas las noches viajo a la nada son uno solo y
somos todos.
¿Cómo es el viaje de esta
meta-historia?
Hay un cuento de Stephen
King titulado El aviador nocturno, en el cual las distancias se transitan en la
umbra y la muerte avanza en ese desconcierto Berkeliano de “nadie vio”. En los
versos de Ildefonso la vida transita así, como un recuerdo furtivo que es
perseguido por la búsqueda de la verdad, pero, a veces, sólo encuentra un
bosque de árboles caídos en el silencio.
Las inclemencias del
recuerdo siempre tiñen cada lágrima de plúmbago iridiscente. La poesía de
Ildefonso Moreno en Todas las noches viajo a la nada nos lleva a ese viaje
nocturno sin reservación, donde retoma las horas de una huida jamás realizada y
extrae del sabor a café los metales preciosos de la añoranza.
Julio Cortázar describe a la
novela como el día –normal-, la poesía como la noche, y el cuento, o las
historias que fluyen en él, como el atardecer, que transita entre una frontera
del día (o de los géneros literarios) y la otra. En la narrativa contemporánea
se ha dado por aderezar las “sorpresivas recetas de cocina” que nos ejemplifica
Donald
Barthelme, con pinceladas de lirica que le abonen una mejor estética al texto
completo. En el caso de Todas las noches viajo a la nada, Ildefonso nos lleva
en sentido contrario al atardecer de las letras, insertando, sin confesarlo
completamente, una historia que navega en aguas profundas.
“Papá se ha
ido. Cuando vuelvo a subir las escaleras de la casa, todo es silencio, hace más tiempo
que se fue mamá. Ya no hay
Coca-Cola, cerveza o una
risa”.
Bajo el marco de la puerta
hay una historia que el recuerdo trata de esconder. En la azarosa búsqueda del
desencuentro, el poeta, cautivo de sus versos, desenreda sus vicios y virtudes
para darnos señales inequívocas que el día a día es hundirse repetidamente: “El
olor a cigarrillo me lleva a recuerdos que no viví en mi infancia”, y en la
siguiente estrofa la realidad descarna, sin sorpresas.
La nada habla de una
tragedia humana que desconocemos si le sucede al autor, al narrador o al
protagonista, detalle que logramos saber hasta el último verso.
“Hoy podría ser uno de los días en los que logre llegar al
final de mis pasos”.
Ildefonso Moreno navega en
la poesía intimista como saliendo de una isla desierta, pero con el rumbo bien
marcado. Ya no hay esa nada en sus
manos. Encadena “La atracción vertiginosa a un pasado no existente” en una
jornada inhóspita que parece no tener desenlace, pero en el verso final nos da
la solución: Un poema total que culmina como inicia la noche: después del
último rayo de sol.
O sea, en resumidas cuentas,
en todo viaje nocturno a la nada, Ildefonso Moreno regresa con todos aquellos
apuntes, que, como buen poeta, le ha extraído a la vida.
Este artículo fue publicado en el periódico
Ecodiario de Zacatecas, el 1 de junio del 2025
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