Las luces del Tenampa están
diseñadas para alucinar. En la escasa visibilidad destacan las lentejuelas de
los microvestridos. La cadencia estroboscópica y cambios repentinos de
atmósfera hacen que las mujeres del antro luzcan épicamente bellas -de noche
todas las gatas son pardas, inclusive algunos gatos mariposos-. A la una de la
mañana humo y perfume se confunden con la música, se arrastran como gusano
sinfín para llegar hasta la barra y rodearte con su ambiente pseudoparadisíaco.
Estás fuera de lugar. El
asedio del sitio te incomoda; El vaivén de caderas brillosas y pechos
extrovertidos se domina totalmente desde tu butaca. Las bocinas se desgastan
berreando un bolero a ritmo de banda. Absorbente vacío que no logra
estimularte; Tu síndrome de Pedronavajas se cohibe.
"No pongas la música tan
fuerte. En lugar de estar ahí sentadote podrías darme una mano..."
-¿qué le servimos?-
El cantinero tiene cara de
asesino múltiple o de judicial (¿existe diferencia?). Muestra una sonrisa
Colgate con incrustación áurea, afeada, por una mala intervención quirúrgica en
el pómulo izquierdo. Te ofrece sus servicios en tono de mamá piadosa:
-tenemos la mejor cerveza de
barril.-
Apruebas la propuesta con el
pulgar. Tienes la indiferencia del ausente. Scarface te sirve el orgullo
de la casa en un tarro mal lavado (chingadera sabe a purga). El diente de oro
te hace adivinar quién orinó en el barril; aun así te apuras a terminar.
“¿Cuántas veces tengo que
decirte? ¡No tires el dinero en idioteces! Primero cumple cabalmente con tus
obligaciones en la casa..."
Los bafles se cansaron de
destripar cumbias. El ponediscos se compadeció de tus tímpanos y empezó a
rasguñar una balada en el tornamesa.
-¿Por qué tan sólo, guapo?-
Una ninfa nocturna con voz
acatarrada ha ocupado el asiento de al lado. Sus pechos pequeños y cintura
estrecha suplican tu atención. No pierdes detalle del vestido que se abre hasta
la cadera. Un voluptuoso muslo-camaleón obedece a los reflectores mientras se
acerca a tu pierna.
"En lugar de gastar en
pendejadas deberías comprarme algo de ropa; Con estas mugres garras da
vergüenza salir a la calle, parezco pordiosera..."
-¿No me invitas a bailar?-
Asientes con la cabeza y das
el último sorbo a tu pócima. Tomas su mano sin fijarte que ya se embolsó la
ficha. Entre féminas laboriosas y jotitos camuflash inicias tu viaje al cielo
del cachondeo. Te arriesgas a pasear tu presa entre una tercia de bravucones
que ya llevan más de un barril dentro. Te arrepientes de haberlo hecho cuando
uno de ellos se fija en tu vestimenta.
-Mira, chicarcas, ese güey se
vino en pijama.-
En realidad es un pants. Las
que sí te delatan son las pantuflas que huyen indefensas de los pisotones de tu
bailadora.
"Nunca me llevas a
ningún lado, antes de perdido me sacabas a bailar cada mes, pero ahora sólo soy
un mueble más, condenada al encierro de esta pocilga..."
Aprietas su cuerpo de la
cintura. Deslizas tu mano por la cadera, donde termina la abertura del vestido,
y acaricias su nalga protuberante, nada más para ver si son de a deveras. Un
percutir danzonero rompe la dulzura de la calma.
-Si quieres pasar un buen
rato te va a costar quinientos. No te vas a arrepentir, todos quedan complacidos
con La Camelia.
Sin decir nada sigues a tu
pareja. Traspasan el velo de la neblina multicolor por una estrecha escalera
que va a ninguna parte.
"Si algún día descubro
que me engañas te vas a la chingada; No voy a permitir que vengas a pegarme el
SIDA..."
La música va quedando atrás
hasta morir. Persigues su espalda semidesnuda a través del pasillo. Te guía de
la mano diestramente por la penumbra de puertas infinitas hasta identificar la
apropiada. Invaden un espacio que ahora es de ambos.
"Tu piensas que no hago
nada todo el día ¿verdad? ¡No te das cuenta! Casi tengo que hacer sangrar a
este piso de barro para dejarlo limpio, y los mocosos son una lata. No termino
de arreglar algo cuando ya me tienen un regadero de la jodida. ¿Se te hace que
eso no cansa?"
-Aquí vas a ver lo que es
bueno, mi amor. Ninguna mujer es tan... excitante como La Camelia... no
te vas a arrepentir.-
"Estoy arrepentidísima
de haberte hecho caso. Yo tenía muchomejores partidos..."
Cadenciosamente se descalza
hasta el cuello. Tiene un ombligo que invita a sumergirse en su abdomen
perfecto. Con precisión micrométrica coloca cada prenda desechada en un
perchero cuidando no arrugarla. Camina con parsimonia de gata en celo hacia ti.
A velocidad magistral da cuenta de tu saco, pantuflas y ropa deportiva y
robóticamente te acomoda en el borde de su telaraña.
Sutil, con la gracia de un
comercial de colchones se recuesta junto a ti. Sus ojitos de vagabundo
socorrido te endosan un título de propiedad.
"Ahorita no... puedes
despertar a los niños: ¿a poco quieres que aprendan tus indecencias? ¿Acaso
quieres que salgan igual de mediocres que tú?..."
-Tienes una hora. ¿Cómo
quieres hacerlo?-
Descansas la cabeza sobre el
pecho de tu almohada de $ 500 Y pierdes la vista entre los rojos resplandores
del espejo en el techo.
-Si dices una palabra más, te
mato. Sólo despiértame antes de irte.
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