El Secreto: Anexar a todo propósito un buen plan
Un buen lector tiene cuatro cualidades:
memoria, imaginación, un diccionario
y cierto sentido artístico.
Vladimir Nabokov
A los
integrantes del Taller de Escritura Creativa Alberto Huerta.
¡Un cuarto de siglo, caray!
Los
benditos propósitos de año nuevo. Desde finales de noviembre, este año 2024 ya
viene pasando a mejor vida. Termina el plazo de hacer un balance de todo lo
bueno y malo que tuvimos en estos doce meses y hacer, por lo menos, el borrador
de los nuevos propósitos para el año que ya está aquí. 2025 viene con todo y
nos debe agarrar bien parados.
Hacer
la lista de propósitos (o borronear lo que ya no alcanzamos a cumplir en este
año) siempre incluye los clásicos e incumplibles “ir al Gym”, “comer sano”, “no mentir”, “no robar” (¿o cómo era?) y el más
popular: “leer más” (gulp).
Leer
es tal vez el propósito más importante (en cualquier momento), el que nos
conecta de primera mano con el mundo de antes, de hoy y lo que viene. La voluntad
de leer lleva implícito el eterno deseo de aprender, de conocer más, del
encuentro con la verdad.
En
nuestra lista de propósitos aparecen retos de lecturas que ni siquiera
alcanzamos a esbozar: “Voy a leer 52 libros (uno por semana) en el año” ERROR:
en un país que lee menos de dos libros al año, parece más una quimera que un
propósito en sí. Yo, por ejemplo, me propuse algo más cercano: leer 12 libros
en 2024 (uno por mes) y mi cifra llegó a 10, no fue un mal año (no me tienen
que agradecer por haberles subido el promedio nacional) pero hizo falta algo.
Para
este año 2025 mi meta serán 25 libros leídos (uno por quincena, más
o menos), pero para eso primero debo analizar por qué no cumplí con los 12 del
año pasado y cómo le voy a hacer.
Aparte
del propósito, necesito un buen plan. Reforzar el propósito. Si en lugar de
anotar en mi lista: “Voy a leer 25 libros en el año”, pongo: “Voy a crearme el
hábito de la lectura”, ya me estoy acercando a un plan.
“A
los libros se llega como a las islas mágicas de los cuentos, no porque alguien
nos lleve de la mano, sino simplemente porque nos salen al paso. Eso es leer,
llegar inesperadamente a un lugar nuevo. Un lugar que, como una isla perdida,
no sabíamos que pudiera existir, y en el que tampoco podemos prever lo que nos
aguarda. Un lugar en el que debemos entrar en silencio, con los ojos muy
abiertos, como suelen hacer los niños cuando se adentran en una casa abandonada”.
Dice Gustavo Martín Garzo, en su Elogio de la fragilidad.
La
lectura es celosa, sobre todo con tantos distractores que titilan en el cel, la
compu, TV, etc. por lo que debemos darle un espacio libre de toda cochinada
que, sabemos, hace más por quitarnos el tiempo que por proporcionarnos algún
aprendizaje certero. En nuestro plan debemos tomar en cuenta lo que la lectura
exige de nosotros para ser una actividad altamente enriquecedora:
Comprensión lectora: La mayoría de nosotros sabemos leer,
pero eso no es suficiente. Hace falta también eso que se denomina comprensión
lectora, que asegura que entendemos las ideas del texto leído, su significado,
y que somos capaces de ponerlas en relación con nuestras propias ideas.
La
comprensión lectora es un requisito indispensable. Sin ella no nos podemos
adentrar en un texto de cierta profundidad y riqueza. Puede que esa sea la
explicación del gran desinterés de las personas por la lectura: no podemos
interesarnos por algo que no comprendemos.
Esfuerzo, práctica y
constancia. Lo uno
lleva a lo otro. Leer un texto exige esfuerzo. Primero para comprender lo leído
a nivel literal. Después para comprender y explorar los significados detrás de
esas palabras y frases. Y, por último, alcanzar lo que el autor intenta decir y
el propósito detrás del texto.
Vocabulario y cultura. Se supone que precisamente la
lectura nos proporciona ambas cosas, entonces, ¿Por qué también nos pide esas
dos cosas?
A
menudo en los textos escritos el vocabulario es más rico que el que usamos
coloquialmente cuando hablamos. La lectura nos permite incrementar nuestro
vocabulario, porque cuando nos topamos con un término desconocido durante nuestra
lectura, buscamos su significado en el diccionario y, así, esa palabra pasará a
formar parte de nuestro acervo.
Tiempo y concentración. La falta de tiempo es el pretexto
estrella de quienes no leen. Leer exige tiempo, y un tiempo de calidad, que nos
permita sumergirnos en la obra. La lectura nos pide que le hagamos un hueco en
nuestras rutinas diarias, para ello es necesario que la lectura sea una de
nuestras prioridades. Si la lectura es tu prioridad, no te costará renunciar a
otras actividades para dedicarle tu tiempo. Pero si no lo es, puedes seguir
empleando la excusa de la falta de tiempo.
Entusiasmo vs compromiso.
Tener un propósito
nos entusiasma, (ahora sí voy a leer), pero esto no dura para siempre, a veces,
ni siquiera sobrevive a la cuesta de enero. Para garantizar que no se pierda el
entusiasmo necesitamos un compromiso.
El
compromiso te permitirá hacer cada día lo necesario para perseverar en tu
camino, aunque tengas mucho que hacer, aunque estés cansado, aunque te falte
tiempo. El compromiso te permitirá luchar por lo que verdaderamente quieres.
Ser
buen lector no sólo es sentarse y abrir un libro. El sitio de internet Atrabiliaria
nos ofrece el decálogo del buen lector, que nos da pistas para lograr nuestro
propósito de año nuevo:
Un buen
lector debe tratar de:
1:
Estar atento a lo que pasa en el mundo, ser curioso e inquieto.
2:
Leer todo lo que pueda, todo el tiempo que pueda. Desde el diario hasta la
edición más independiente.
3:
Elegir sin tener en cuenta las listas de «más vendidos», ni los premios literarios,
aunque ayudan.
4:
Abrazarse a un autor y seguirle los pasos. Lo que escribe es producto de lo que
ha leído y deja en sus libros un recorrido de lecturas previas para seguir.
5:
Estar predispuesto a creer que eso que se lee está sucediendo en algún
lugar, así sea dentro de la cabeza del que lee.
6:
Leer hasta aquello que incomoda, lo que causa disgusto. No dejarse llevar por
los prejuicios y apostar a que todo el que escribe, en algún punto, tiene, al
menos, una historia interesante para contar.
7:
Empezar por cualquier lado, por donde se pueda, por donde se quiera, pero
empezar y no parar.
8:
Tener por pariente cercano de la literatura al cine.
9:
Explorar la música. Cada libro tiene un ritmo y ese ritmo, si agrada, nos
atrapa.
10:
La regla suprema: para leer no hay reglas.
En La
locura del arte, Henry James nos dice que la lectura es un lujo, ya que
nos pide mucho para acceder a ella. Pero hay que tener en cuenta que la lectura
es la forma en que nos allegamos a una obra de arte. Y disfrutar del arte ha
sido, es y siempre será uno de los mayores (y mejores) lujos con los que el ser
humano puede regalarse.
Dice James: “He de confesar que una lectura
atenta es lo que aquí y en cualquier otro lugar pido fervientemente y lo que
doy por sentado; … El disfrute de una obra de arte constituye, a mi parecer,
nuestra más alta experiencia del «lujo», un lujo que no aumenta, según mis
mediciones, cuando la obra exige la mínima atención”.
En
su discurso al recibir el premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa dijo: “Un
mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un
mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras
humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros,
modelados con la arcilla de nuestros sueños”.
Leer,
pues, es un reto más que un propósito. Pero es bien sabido que, a cada paso, en
el punto final de cada libro terminado, existe la satisfacción que se tiene
cuando se regresa de otros mundos.
Que
tengan mucha lectura para este 2025, es mi mejor deseo. Saludos.
Este artículo se publicó en el periódico Ecodiario de Zacatecas
el 29 de diciembre del 2024