Nosotros: Desde Un Mundo Feliz hasta nuestros días
(pasando por 1984)
Noticias desde la utopía donde vivimos.
Y si estos seres no
comprendieran por las buenas
que les aportamos
una dicha matemáticamente perfecta,
deberemos
obligarlos a esta vida feliz.
Yevgueni Zamiatin
Nosotros (1920)
El siglo XXI (y lo que le falta) parece ser la
encarnación de las más populares distopías de la pasada centuria. Los mundos
alternos, aderezados de la ciencia ficción (CF) más “lunática”, se han
convertido la hiperrealidad del actual momento de la historia. TOTALITARISMO,
es la palabra que permea en los nuevos y cambiantes órdenes políticos del
futurista presente. No es este un comentario político propagandoide; una parte de la CF, que es pieza del bagaje de las
letras universales, se considera “literatura de la anticipación”, por lo cual
no es extraño ver en nuestra realidad momentos que en algunas páginas de la ciencia
ficción ya se hayan mostrado, con todo el peligro que ello representa.
“La ilusión de una sociedad perfecta se contrapone
a la realidad de una nueva política sostenida por el poder excesivo”, frase de
Rogorn Modaran que podría ser la nueva definición del término Distopía aplicada. La CF pone en su
lugar los finales ilusoriamente esperanzadores. Pero la literatura ha mostrado
con ficciones la realidad que esconde el mundo.
De entre toda la colección de fallidas utopías,
cabe destacar cuatro libros que han marcado el estilo de “otros mundos”, empecemos por las famosas:
‘Un mundo feliz’ fue una "mala utopía"
para Aldous Huxley. Como obra maestra de la literatura de anticipación,
presenta el escenario futurista en donde el pasado ha sido erradicado para
sellar una nueva era desprovista de sentido histórico. La obsesión del Estado Mundial es solo el momento presente.
Los ciudadanos de este futuro desconocen los valores morales y culturales,
porque han sido condicionados para imitar un sistema con idea del bienestar,
alojándose en la vacía comodidad de no hacer nada (zona de confort, como la
llaman ahora).
El
contexto histórico de esta novela (1932) es la depresión económica americana de
1929 con el crack de Wall
Street, que repercutió en desempleo masivo y de una debacle social. Según Huxley,
la gente deseaba estabilidad, y su utopía choca con los roles sociales que no
son aceptados por todos, refiriéndose a cinco castas a las que la gente
pertenecía desde antes de nacer, lo cual genera un círculo social inoperante
entre comodidad-obligación-deseo, donde para controlar a la gente le daban una
droga.
En 1984 (publicada en 1948),
George Orwell inventa el hoy popularísimo “Gran Hermano” en una historia donde un
poderoso controla la vida privada de
los ciudadanos. Winston Smith trabaja en el Ministerio de la Verdad
reescribiendo la historia para un estado totalitario que somete a la población,
hasta que no quiere contribuir más a este sistema perverso y decide rebelarse.
Esta novela es una feroz
crítica del totalitarismo. Los mecanismos de control de la sociedad orwelliana
recuerdan a los del nazismo y el estalinismo, y la modernidad del ambiente
narrado le da una vigencia impresionante. En el contexto histórico, Orwell parte de su experiencia militante en la
guerra civil española y su análisis de los sistemas sobrevivientes a la segunda
guerra mundial.
Para Orwell, 1984 es su
manual de instrucciones para sobrevivir a un mundo deshumanizado, enfrentando
los totalitarismos ideológicos. Ve
con pesimismo el desarrollo tecnológico, porque «se permite
solo cuando sus productos pueden aplicarse a disminuir la libertad humana».
Por su parte, Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, se basa
en la frase popular inglesa «what you don’t know won’t hurt you» (lo que no sabes no te hará daño). Guy
Montag es un bombero cuyo trabajo es quemar libros, que están prohibidos porque
son causa de discordia. Un sabueso
mecánico del Departamento de Incendios, armado con una inyección letal, rastrea
a los disidentes que aún conservan y leen libros.
«Leer hace pensar y quien piensa no es
feliz», dice Jaavier Memba. La novela describe una civilización esclavizada por
los medios, los tranquilizantes y el conformismo. La visión profética de
Bradbury es asombrosa: pantallas de televisión al tamaño de paredes que exhiben
folletines interactivos, una población que escucha solamente una insípida
música y noticias transmitidas por unos diminutos auriculares insertados en las
orejas. Según Kingsley Amis, «Fahrenheit 451 es el más convincente de todos los infiernos conformistas».
Finalmente, Nosotros, de Yevgueni Zamiatin, escrita en 1921, prohibida oficialmente hasta 1988
en la URSS, se anticipa magistralmente a las tres novelas mencionadas. En su
presentación: “En la ciudad de cristal y acero del Estado Único, separada por
un muro del mundo salvaje, la vida transcurre sometida a la inflexible
autoridad del Bienhechor: los hombres-número trabajan horarios fijos, siempre a
la vista de todos, sin vida privada: el "yo" ha dejado lugar al
"nosotros". El narrador, D-503, es el constructor de una nave
interestelar que deberá llevar al universo «el bienaventurado yugo de la
razón». Pero se enamora… y el amor equivale a la rebelión, así como el instinto
sexual al deseo de libertad. Y fuera de los muros del Estado Único surgen los
nuevos insurrectos”. Cualquier parecido con el bloque soviético es pura
coincidencia, pero por eso vetaron a Zamiatin por muchos años.
En resumen, Un mundo feliz suprime
la historia, presenta una sociedad manipulada desde la concepción de cada ser
humano y dividida en castas desde antes de nacer. Vende la felicidad a base de
pan, circo y conformidad. 1984 suprime
los ideales, habla de estados centralistas, opresores y controladores, donde la
felicidad es el pensamiento único. Fahrenheit
451 suprime la necesidad de aprender, desaparece la cultura
escrita, y por tanto del pensamiento humano en general. Es decir, lleva
a la felicidad por medio de la ignorancia. Nosotros,
por su parte, suprime la individualidad del ser, centrando todo en la ideología
del “nosotros”. La felicidad es el bien común.
En
nuestra nueva realidad, concluyendo como ejemplo de las distopías mencionadas,
estamos olvidando la historia, los ideales, el gusanillo de aprender y nuestra
individualidad, y lo más malo de todo: nos están quitando nuestro derecho a
tener derechos. Lo cual deja una pregunta para nosotros mismos, ante la inmensa
ola de información desinformada que parece utopía: ¿Qué estás dispuesto a
perder para asegurar tu futuro?
Las distopías nos plantan en las narices lo negativo de un mundo, cuando
el sueño de la sociedad idealizada se finca un estado perverso. En la
actualidad, la ciencia ficción y la realidad se encuentran en movimiento
asintótico: se acercan mucho, muchísimo, pero jamás llegarán a juntarse. Tal
vez aun no es tiempo de tomar el aprendizaje de las lecciones que nos brindan
esas historias… y debamos esperar a hundirnos en la deliciosa conformidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario