lunes, 16 de enero de 2023

 

Los 7 habituales NO´s del nunca-acabar de escribir


La sinuosidad del camino creativo.

 

1. No soy escritor. Comienzo siempre negándolo todo, esperándolo todo. Escribir es ver pasar la gente por las tardes en el centro de la ciudad. En cierto instante preciso ves una persona que sabe algo, oculta algo o va a hacer algo… y eso detona mi síndrome de imaginación incontrolable (viajar en camión urbano también sirve, pero sólo para reforzar al personaje). Soy un mirón que saca de su mente todos los demás traumas para guardar esa exclusividad fisgona. Un voyerista que escribe.

2. No decido. Lo apunto, lo grito, lo texteo todo. En papeles sueltos, servilletas, grabadora de audio, celular, PC. Todo surge de una sola frase que representa la idea a desarrollar y contiene entre líneas principio-desarrollo-final y ya hasta trae etiquetado si va a ser cuento, novela, poesía o basura. La historia manda.

3. No lo escribo. Lo guardo. Lo transcribo junto a otros pares que deben hacer fila detrás de todos los textos que algún día escribiré. Luego me pongo a leer o ver película (generalmente lo segundo).

4. No tengo orden. Despierto con algo en mente (casi siempre una canción), pero no hago nada hasta que mi café está listo. Enciendo la modernísima PC Pentium IV. Reviso mail, FB, twitter, en ese orden. Pienso en establecer rutinas que no seguiré, menús que no comeré, paseos que no daré, cosas que no compraré; en todo, menos en escribir. Escribo. Abro un espacio para mis desorganizadas obligaciones.

5. No tengo rutina. Podríamos llamarlo “El momentum de: Ahora sí”. A veces llega muy de mañana o pasada la media noche. Generalmente cuando menos lo espero. Entonces dejo de hacerme pendejo (Alberto Huerta dixit) y escribo, escribo, escribo. Como. Cuando el proceso es largo me da hambre y más hambre.

6. No corrijo. Dejo espacios donde sé que falta algo, pero no es el momento. Podo, pero no elimino. Cambio, pero no altero. Agrego, pero no concluyo.

7. No me la acabo. Cuando el texto me dice que está terminado llega el orgasmo intelectual. Leo. Releo. Reposo. Releo. Reposo más. Releo más  Nunca dejo de hacer cambios en cada lectura. Corrijo hasta textos ya publicados.

 

El plagio en la antesala del pocamadrismo

 



Publicado en Ecodiario Zacatecas el 15 de enero del 2023

“Si robas las palabras, te quedas con el dolor”.


Bryan Klugman, Lee Sternthal

El ladrón de palabras (Película, 2012)

 



El muy tronado caso de plagio de tesis de Yasmín Esquivel, ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que pretendía ser presidenta de tal corte, pero se descubrió que su tesis de titulación como licenciada tenía “copypasteo” –que (casi) al final ha sido catalogado por la UNAM como “copia sustancial de la original presentada en 1986” nos pone a pensar muy en serio en la génesis de la corrupción, cuando todo empieza con un “Nadie se va a dar cuenta”. Y pum.

Es claro que tanto la “copiadora sustancial”, como su asesora de tesis, sabían que se incluía un texto de diferente autoría al trabajo de tesis que, como característica principal, debe ser una teoría de trabajo que justifica los conocimientos adquiridos (o no) en la máxima casa de estudios del país. Pero “nadie se iba a dar cuenta”. Ahora, el final de esta historia debate entre castigar a las responsables o no, pero el caso es que ya están bien “quemadas” con el descubrimiento que en su momento tuviera el periodista y maestro de la UNAM, Guillermo Sheridan.

Pero, en el sentido literario ¿Qué es un plagio?

El narratólogo estructuralista Gérard Genette, en su obra Palimpsestos, define el plagio como “una referencia literal pero no explícita: las palabras de la obra anterior aparecen en la presente, pero no se menciona cuál es tal obra anterior”. Es un delito que puede ser castigado, si el autor original o algún ojeador de libros muy “leido y escribido”, “se da cuenta” de la falta de inspiración del nuevo autor y malaleche al copiar algún texto.

Contrario al plagio, y como referente al origen de la idea en cuestión, existe la ”Cita”, que Genette describe como “un procedimiento explícito y literal de referencia: el texto anterior está presente con sus palabras originales y se indica su procedencia”. Estos recursos, junto con la “Alusión”, son términos que se aplican en la Intertextualidad de la literatura, que para conocerla necesitamos un poco de historia.

Según Wikipedia, la intertextualidad es la relación que un texto (oral o escrito) mantiene con otros textos, ya sean contemporáneos o anteriores.

Dentro de las corrientes literarias que utilizan la intertextualidad, tenemos que ir hasta el siglo XIX, concretamente a Edgar Alan Poe y el origen del cuento como relato estructurado. Poe nos marca una forma novedosa de contar las cosas, que Lauro Zavala clasifica como “cuento clásico”.

Es Anton Chejov quien en su momento, en la última parte del siglo XIX rompe con el estilo original de contar, dando lugar al ”cuento moderno” (Lauro Zavala dix it también), donde una historia se podía contar “sin trama y sin final” (título de un libro de Chejov).

La llegada del siglo XX da a la literatura licencias para contar cosas “clásicas” dentro del nuevo entorno del “modernismo” que no es aceptada por muchos autores. Jorge Luis Borges, continuador del cuento moderno Chejoviano, nunca perdonó a su paisano Vicente Huidobro el grado de modernismo que imprimía a sus historias. “Escribe las mismas historias que Chejov” decía “y ni siquiera son tan buenas” (esto lo parafrasee yo).

Es en los años sesenta del siglo pasado cuando inicia el “cuento posmoderno”, el cual hace uso de la intertextualidad, agregando ironía y nuevos aires a historias conocidas, pero contadas en un nuevo orden. Mijaíl Bajtín y Julia Kristeva nos acotan al respecto: “todo texto se construye como un mosaico de citas, todo texto es absorción y transformación de otro texto”, dice Kristeva, mencionando el trabajo de Bajtín, en 1969.

“Me suena parecido a…” es la impresión que nos dan algunas lecturas que arrastran el código genético de autores pasados, por influencia, homenaje… o plagio.

Sin embargo, al hablar de cuento nos referimos netamente a ficción, cosas que no son reales, pero en el ensayo y la tesis, la verdad debe florecer como resultado de una diligente investigación, encontrando pensamientos que nos arrojan luz al tema que tratamos, pero que en todo momento debemos citar adecuadamente; primero, para que se den cuenta que sí leemos (nos da un aire de que tal vez no sabemos mucho, pero tenemos una idea de dónde está la información); segundo, para que no se den cuenta los “leidos y escribidos” que no sabemos nada y lo nuestro es copypastear pendejada y media.

En nuestro idioma existen unas 150 mil palabras para expresarnos. Al momento actual hay más obra literaria que palabras, por lo que podría ser casualidad que algún escrito nuestro suene a clásico o lugar común… pero ¿una tesis completa, Yazmín?

Hay mucho más qué hablar sobre el tema. Los invito a opinar al respecto y/o acompañarme a partir del próximo miércoles 25 de enero en el Taller de Escritura Creativa “Alberto Huerta”, a las 17:00 horas, en la Sala Hermanos De Santiago, al interior de la Ciudadela del Arte Zacatecas, donde daremos inicio a un nuevo año de actividades sobre el placer (y tortura) de escribir.

 

Los buenos propósitos del (todavía) nuevo año

 



Publicado en Ecodiario Zacatecas el 8 de enero del 2023


Ir al gimnasio ejercita los músculos, conseguir pareja el corazón, pero la lectura ejercita el cerebro, que es el que manda. /JR

 

Propósito 1: Lean Seda, de Alessandro Baricco.

 


Siempre. O bueno, siempre, al cierre de un ciclo anual y la espera de un nuevo año que nos presenta infinitas posibilidades, nos hacemos firmes propósitos de ser otras personas y dejar lo malo que hicimos los doce meses anteriores. Pero SIEMPRE nos quedamos a medias –en el mejor de los casos– y ya entrado febrero hacemos una recapitulación de nuestros propósitos o escondemos esa listilla culposa y la olvidamos hasta diciembre, donde la paz y la alegría nos darán nuevos bríos para nuevos planes (incumplibles). Así la vida.

Entre los propósitos más solicitados por zacatecanos y todo MX, está viajar, bajar de peso, ahorrar dinero, buscar un nuevo amor, terminar de estudiar (o la tesis), obtener un nuevo empleo (o un aumento de sueldo), dejar de fumar y/o pistear; y en más o menos último lugar: Leer “N” libros durante el año.

Hay otros que más bien son buenos deseos al comernos las uvas a cada campanada del año que muere: Seguridad, fuera la corrupción, tiranías, etc. que no dependen plenamente de nosotros y son tema aparte. Pero es bien cierto que los propósitos del párrafo anterior, solamente un 3 % de la población llega a cumplirlos.

Pero vamos al propósito de leer, que es la actividad que nos ayuda a conocer más y acercarnos a programar nuestra vida y cumplir los otros propósitos de altas miras ya mencionados. Hay buenos lectores que se proponen leer 52 libros al año ¡Uno cada semana! Lo cual es muy aventurado en un país donde el promedio de lectura apenas rebasa los dos libros en doce meses. Analógicamente a otros propósitos, cabe decir que en México, sólo el 3% de la población acude a un gimnasio, por mucho que se lo haya propuesto. Sólo el 15% de los mexicanos ahorra; el consumo diario es de dos cigarros, según la Organización Panamericana de la Salud, y no baja; y así con los demás propósitos.

El problema toral, es que planteamos cambios radicales y programas de choque a nuestras costumbres, cuando deberíamos planear actividades que nos adentren en cumplir nuestros objetivos paulatinamente.

¿Leer 52 libros en 2023? ¿Por qué no mejor 12? Planeando nuestro tiempo del día a día hay oportunidad de leer unas 50 páginas y así ir completando un libro por mes. Igual para hacer ejercicio, antes de pagar inscripción y tres mensualidades –de una vez– iniciar las mañanas con ejercicios en casa, para que nuestros músculos recuerden qué era eso de la actividad muscular.

Volviendo a la lectura: El consejo es empezar leyendo libros de unas 100 páginas o libros de cuentos, que se pueden leer un relato por día, tipo Sherezada. Sobre los temas, Italo Calvino nos recomienda en su libro Por qué leer a los clásicos, alternar lecturas de formación (aquellas que nos brinden aprendizajes), lecturas fundamentales (clásicos o Best Sellers), Lecturas para entender el tiempo que vivimos (Ensayos, novelas históricas, poesía actual etc.) y lecturas para entender la literatura.

De mis recomendaciones para cumplir el propósito de ser un mejor lector este 2023 (que las iré haciendo en siguientes entregas), siempre, SIEMPRE recomiendo que lean Seda, de Alessandro Baricco, una historia de amor y distancia, que no rebasa las 80 páginas y nos deja una pasión por la lectura que nos dura más de un año.

Trata de esto: Hervé Joncourt, un comerciante de gusanos de seda, viaja cada año a Japón para conseguir huevos de calidad, donde acaba enamorado de los impresionantes ojos de la amante de Hara Kei, el señor de las tierras que producen los mejores huevos de gusano del mundo. En Francia del siglo XIX, en pleno apogeo Flaubertiano, lo esperan su jefe, toda una población que vive de los huevos que él transporta… y su mujer, que se percata de lo que pasa al mirar los ojos de Hervé. Descrita como “sorprendente e irracional”, es una historia que al terminarla de leer tu vida ha cambiado.

¿Mis propósitos para este año? Publicar dos libros míos que ya están listos; Continuar con el Taller de Escritura Creativa “Alberto Huerta”; Que leamos juntos algo: Una lectura colectiva*; Y ser feliz. Fácil.

 

* En noviembre 2022 tuvimos en el Centro Cultural Ciudadela del Arte Zacatecas la lectura colectiva del libro Frankenstein o el Moderno Prometeo, de Mary Shelley, que tuvo una participación de más de 10 lectores y fue una experiencia muy grata para todos, la cual replicaremos este año un par de veces. Están todos invitados…

 


Cuentos sobre la verdadera Navidad


 Publicado en Ecodiario Zacatecas el 18 de diciembre del 2022


Y que al munícipe de Villa Bienestar se le ocurre festejar el 24 de diciembre lanzando un centenar de cohetes sobre el pueblo a las 12 de la noche. Santaclós reportó fuego antiaéreo en la localidad. Nadie recibió regalo el 25.

 

¡Ah, Navidad!: época donde los malos se vuelven buenos y los buenos reciben un premio por su sacrificio. O no, al fin ya están acostumbrados. Fecha donde renueva la esperanza y se da lustre a la fe, tan necesaria para afrontar que al día siguiente los malos sigan siendo malos y los buenos desgraciados.

Fecha del desfile del tráiler rojo de cocacola y de uno o varios señores gordos vestidos de rojo, con la promesa de que al amanecer aparecerá un regalo en tu casa –si y solo si te portaste bien– envuelto con papel brilloso y moños rojos, al pie de un árbol donde no pueden faltar las esferas rojas o esos bastoncillos rojiblancos de dulce que ni saben bien (diría el niño glotón profesional que llevamos dentro). Fecha de sacar las chamarras del closet y vernos tan gordos como Santa. Y Santa esto y Santa lo otro. Si tienes suerte y te portaste bien, te llegará un regalo que te compraron desde El-Buen-fin y lo guardaron más de un mes, para salvar al espíritu navideño de las masas consumistas.

Eso es la navidad moderna: consumismo. La idea mercantilista de que si quieres a alguien debes demostrárselo con un regalo de última generación. Con-su-mismo rollo de que a Santa Clos no lo inventó la Coca-Cola (solamente adquirió los derechos) y que el niño-dios nació en el pesebre para salvarnos a todos (que hay estudios serios de que Jesús nació en marzo, pero la iglesia adoptó esta fecha por cuestiones de “merchaidancing” (trad, “Con dinero baila el…”) para competir con otras muchas religiones que festejan el Solsticio de invierno como el nacimiento del Sol).

Antes de que inventaran la Coca Cola, la navidad era otra. Y a los cuentos me remito. “La canción de Navidad” (1843), de Charles Dickens puede ser un buen ejemplo de cómo encontrar el espíritu navideño, pero los tres fantasmas decembrinos ya son algo tan trillado en la comercialización moderna de material navideño, que el cuento del Sr. Scrooge se ha convertido en lugar común. Sin embargo Dickens guarda en su obra cuentista algunos otros buenos relatos para esta temporada, sobre todo, no tan quemados, tales como como “La historia de los duendes que robaron un sacristán” (1836) o “Los siete viajeros pobres” (1854)

NO esperen ver gordos buenitos vestidos de rojo a cada vuelta de página, pero la literatura navideña del siglo XIX, época en que tiene su origen la verdadera tradición del espíritu de la navidad, abriga un sinnúmero de historias de autores reconocidos que vale la pena leer para recuperar la magia de la introspección, el ayudar a los demás y cosillas de esas que hacen que nuestro corazón de resetee cada fin de año.

De acuerdo a Miguel Ángel Pérez, compilador de cuentos navideños,  “Durante el periodo victoriano (1831-1901) y el desarrollo del capitalismo liberal inglés, se produjo gradualmente una comercialización de la Navidad a partir de la década de 1840, que también afectó de lleno a la literatura”. El mercado literario navideño de esa época se basaba en hechos sencillos y palmarios. Dice Ángel Pérez “La sempiterna disposición del público a hacer gastos adicionales en ese periodo, la prosperidad de la clase media, la progresiva alfabetización de las clases humildes y el gusto de las familias victorianas por reunirse ante el fuego y leer en voz alta todo tipo de textos en las frías noches de invierno”

No olvidemos que posterior a la revolución industrial, la sociedad cambió por completo. En el siglo XIX, gracias a las máquinas de vapor, se pudieron imprimir en masa diarios de noticias y un sinnúmero de libros que aportaron el plus cultural al siglo de la industrialización.

 

 

Otros grandes autores navideños que podemos citar en el período victoriano, son Anthony Trollope, que en “Navidad en Thompson Hall” narra las peripecias de una señora inglesa una aciaga noche en un hotel parisino, donde el autor explora la verdadera naturaleza de las relaciones humanas. Charlotte Riddell, quien destacó por cuentos de fantasmas, tiene “Un extraño juego de Navidad”, con un efecto fantasmal.

Arthur Conan Doyle, Don “Sherlock”, hace gala de su detective favorito en “Una Nochebuena trepidante” o “La aventura del carbúnculo azul”, donde Sherlock Holmes no es inmune al bondadoso espíritu de la Navidad. Juliana Ewing, escritora de literatura infantil, nos demuestra sus dotes en “Dragones: un cuento de Nochebuena”, en el que mezcla lo costumbrista y lo fantástico con suma facilidad. Wilkie Collins, otro autor victoriano, subtituló su novela corta La máscara robada como “Una historia para leer al amor de la lumbre navideña”, con una mezcla de humor, misterio y melodrama.

Pero es el libro Cuentos de Navidad el que reúne la literatura decembrina desde los hermanos Grimm hasta Paul Auster, antes y durante Papá Noel y sus rojizas y rollizas versiones.

En este libro, tenemos hablando sobre la navidad a autores tan grandes en su momento como Theodor Amadeus Hoffmann, Nathaniel Hawthorne, Charles Dickens, Hans Christian Andersen, Fiódor M. Dostoievski, Hans Theodor Storm, Zacharias Topelius, Guy de Maupassant, August Strindberg, Nikolái Leskov, Robert Louis Stevenson, Amalie Skram, Antón Chéjov, Thomas Hardy, Ramón María del Valle-Inclán, Hector Hugh Munro, Gilbert Keith Chesterton, ¡James Joyce!, Dylan Thomas, Ray Bradbury y Truman Capote, entre los ya mencionados, que la dan cada uno, con su toque exclusivo y característico, un sabor muy propio al espíritu navideño, que nada o muy poco tienen que ver con el tal Sactaclós o la mercantilización de fin de año.

Marta Salís, prologuista de la antología, nos habla sobre la gran variedad de perspectivas y origen geográfico de los autores, que nos guardan historias y culturas muy muy alejadas de la mercadotecnia del siglo XXI y cercanas al verdadero fin del espíritu navideño, que es, entre otras cosas: reunirse con la familia –por lo menos una vez al año- para intercambiar regalos y afecto; celebrar fiestas y comidas especiales para compartir recuerdos más especiales; escribir sentimientos sinceros en tarjetas de felicitación, cantar juntos villancicos, adornar la casa con velas, guirnaldas, abetos, nacimientos y todo lo que llene y reactive el microcosmos llamado familia.

Pueden descargar este libro digital en el grupo de Facebook Taller de Escritura Creativa Alberto Huerta, y leerlo para sentir el verdadero espíritu de estas fechas.

Feliz Navidad: nos leemos nuevamente en año nuevo.

 


Por sus goles los conoceréis

 Columna publicada en Ecodiario de Zacatecas el 11 de diciembre del 2022.


“Aficionades que sobreviven la precariedad del futbol…” El Perre Bermúdez.

 

“Los libros son el único lugar de la casa donde se puede estar tranquilo”.

Julio Cortázar.

 

Extraoficialmente la selección mexicana de futbol quedará en el lugar 22 en el campeonato mundial que se celebra en Qatar, que por cierto quedará en último lugar de los 32 equipos participantes, el peor resultado para un anfitrión en todos los tiempos. Ya solo quedan cuatro equipos sobrevivientes en este drama de cada cuatro años llamado Copa FIFA.

Cuando aún quedaban ocho equipos, la editorial Pengüin Random publicó una analogía entre los países finalistas y el escritor más representativo de su nación: Si el Mundial fuera de escritores en vez de equipos de fútbol, ¿cuál sería tu favorito para ganar el título? La lista era así:

1. Inglaterra: Oscar Wilde; 2. Francia: Albert Camus; 3. Argentina: Julio Cortázar; 4. Países Bajos: Cees Nooteboom; 5. Brasil: Jorge Amado; 6. Croacia: Miroslav Kresla; 7. Portugal: José Saramago; y 8. Marruecos: Mohamed Chukry. Obvio con una comparativa de este tipo, México siempre sería finalista con Juan Rulfo u Octavio Paz, el "Balón de Oro" 1990 de la literatura; pero bueno, no podemos ser los mejores en todo. Según como se han dado los resultados, yo elijo a Cortázar, como casi cualquier mexicano (que más bien eligen a Messi).

Así las cosas futboleras: El mexicano normal se desentiende del futbol de mala calidad por cuatro años. Al inicio del mundial su esperanza apunta a México como campeón (neta, pobres ilusos); cuando nuestra selección pierde le vamos a Brasil (que sabe regalarnos grandes campeonatos o grandes derrotas), cuando Brasil pierde, Argentina es nuestro “Gallo”, y si en la final no hay ningún equipo latinoamericano… pues unas chelas. Y nos olvidamos por unos años del buen futbol.

La semana pasada hablé de la importancia de leer, estudiar, documentarse sobre el deporte que nos ocupa para ser mejores día a día y no pasar las mismas vergüenzas cada cuatro años. Hay un centenar de títulos sobre futbol que aportan diversos tipos de conocimiento: los anecdóticos, que narran la vida y proezas de ciertos “cracks”, como ejemplo una decena de publicaciones sobre Leo y/o El Bicho, pero no aportan mucho sobre el deporte; los Históricos, que narran el contexto temporal y los avances que se han tenido en este deporte; los de motivación personal, que nos marcan caminos del éxito con casos verdaderos; y los de técnica o memorias encausadas en el mejor conocimiento del deporte, de las cuales haré un par de buenas recomendaciones para que nuestra selección nacional se ponga lista para futuros enfrentamientos. Tengan en cuenta que dentro de cuatro años sería una doble –o triple– vergüenza ser el primer anfitrión eliminado. Estas son las recomendaciones:

Cartas a jóvenes futbolistas / Varios Autores. Parafraseando el Cartas a un joven poeta, de Rilke, la Editorial Continta me tienes reúne a quince profesionales del futbol que nos revelan los secretos de este deporte. Jugadores, entrenadores, psicólogos, escriben cartas a aspirantes a ser buenos futbolistas, con consejos imperdibles.

Fútbol El juego infinito / Jorge Valdano. El ex jugador analiza en estas páginas los actores que intervienen en este espectáculo globalizado del fútbol, además de examinar la transformación en los últimos años y la mercantilización de la que ha sido objeto. (Editorial Conecta).

Creer: El desafío de superarse siempre / Diego Simeone. Diego habla de un instructor a otro. El entrenador del Atlético de Madrid desde el año 2011, reflexiona con una perspectiva muy personal, intercalando sus historias como entrenador con tácticas de juego en un entretenido relato. (Editorial Cúpula).

Niños Futbolistas / Juan Pablo Meneses. El escritor chileno nos relata la estructura y mecanismos para descubrir a temprana edad a los futuros astros del balompié.

La verdad nos hará libres… y el leer nos hará mejores. Son unos cuantos títulos de libros para quien desea la excelencia en el deporte que practica y así haga posible el realizar su sueño. Por algo se inicia, la información siempre es muy útil.

 Columna publicada en el periódico Ecodiario de Zacatecas el 4 de diciembre del 2022.



Los hermanos mayores

 

El mexicano le pide a Dios que le cure la diabetes, pero no deja de beberse diariamente una cocacola de 2 litros.

JR

 

En el mundial de México 70 (ya había nacido y qué, la vida era en blanco y negro, etc.) éramos un grupo de muchachillos pateando nuestro primer balón de cuero sobre el enlozado de la ciudad, en un callejón que subía (dura pendiente) desde la Avenida Juárez hasta el fin del mundo. No éramos mucho de técnica, más bien de perseguir el balón hasta cansarnos; pero Felipe, uno de los vecinos, algunos años mayor que nosotros, sabía combinar la pelota y hasta hacer dominadas. Fue el primer crack que conocí en mi vida (el segundo fue Jaime Martínez del Real, compañero de secundaria. Punto); llegué a seguir Las Aventuras de Borjita en un comic semanal, pero Felipe era Felipe, a quien debíamos aprender eso del futbol si queríamos ser alguien en la vida.

― Chiripe, soy Pelé, pásame la bola…

Decía Raúl, el vecino más pequeño, de unos cinco años, esperando un pase al que no sabría cómo dominar para llevarlo hasta la portería contraria, pero todo era un juego. El futbol de barrio era algo duro, sobre todo si caías sobre el piso de piedra al pelear la pelota: costra segura. No había condiciones para generar futuras estrellas, pero divertía.

Nunca fuimos buenos –salvo Óscar Torres, que llegó a jugar en equipos locales de profesional– nuestro balón de cuero lo aplastó el camión de la basura y seguimos entrenando con pelota de hule; pero Felipe, el “hermano mayor” nos dio buenos consejos para manejar la bola. Lo respetábamos por eso.

Y que la selección mexicana de futbol es eliminada del mundial de Qatar en la primera ronda. ¡Qué vergüenza! Eso no pasaba desde hace cuarenta y tantos años. Todo México ahí, hasta el último minuto esperando que llegara el milagrito: que Argentina metiera otro gol o que los sauditas se hicieran a un lado para meter uno nosotros. “Los dioses del estadie no apareciereeen” pensó El Perro y algunos millones de mexicanos que se fueron a pistear ese día para tragarse la derrota.

Y los “hermanos mayores” de la selección ya están en la siguiente ronda, marcados como favoritos para ser campeones del mundial de Qatar. Si en lugar de denostar al equipo argentino antes del juego, como lo hizo un boxeador mexicano (que del boxeo mexicano ni hablamos, está peor), hubiéramos aprendido algo sobre la manera de entrenar de los gauchos, de la pasión cultural que existe por el deporte en todo el cono sur, otro gallo futbolero nos hubiera cantado.

Alemania también fue eliminado, Italia ni siquiera calificó al mundial. Excusas hay muchas, acciones deportivas y de educación muy pocas. ¿Qué diría Felipe si nos viera llorando así la derrota de un equipo sobrevaluado por las cadenas televisivas y los anunciantes de refrescos de cola?: “hay que salir a entrenar hasta que oscurezca, para la otra nos va a ir mejor”. Debemos aprender de los hermanos mayores.

Perspectiva: Antes de iniciar el mundial 2022, Andrés Guardado declaraba que su expectativa era ver a México campeón de este torneo. Realidad: el mismo jugador, al final del juego México – Argentina, llevó a su niño, Max, a los camerinos del equipo albiceleste para que su hijo conociera al Gran Lionel Messi, que lo atendió con gusto, como todo hermano mayor.

Saber que hay otros mejores que nosotros no nos hace menos, nos ayuda a conocer qué necesitamos para mejorar y enfrentarlos en futuras ocasiones a un nivel más parejo. Respeto, experiencia y trabajo, por si me preguntaban lo que necesita tener la selección nacional de futbol en este momento. Max Guardado guardará en el corazón el recuerdo de haber conocido al jugador de futbol más importante de la época, lo cual le servirá como ejemplo para, con el apoyo de su padre, llevar buenos entrenamientos y aprendizajes para ser un gran jugador de futbol en el futuro.

¿Y qué tiene que ver el fut con los libros? Hay una extensa bibliografía con memorias y técnicas que han utilizado los mejores jugadores y entrenadores de futbol, a la que muy pocos mexicanos cercanos al fut tienen –siquiera- el deseo de conocer. En leer está aprender. Juan Villoro, autor de una cincuentena de libros, entre ellos Dios es redondo, Balón dividido y Los once de la tribu, que nos dan un amplio panorama del deporte-balón a nivel mundial, así como la situación de nuestro país en el ámbito futbolero. De ahí hay muchas frases para aprender, pero me quedo con una donde cita a Javier Marías: “El futbol es la recuperación de la infancia” aquellos momentos cuando lo importante era jugar.

La neta, soy de los que deseaban que la selección mexicana de futbol fuera eliminada del mundial; no por malinchista, el mexicano necesita aprender de las derrotas que la victoria no está en esperar el “milagrito” sino en chingarle día a día, LEER (entre otras cosas que nos prodigan aprendizaje), enterarse de lo que necesita para progresar y triunfar.

E ir en busca de ello, en lugar de lamentarse y esperar otros cuatro años para volver a lamentarse.