Carta de amor a quien corresponda
Los dardos del amor tienen su nombre:
aullido y locura
José Emilio Pacheco
El amor es el espacio entre nosotros, ese electrizado aire que sabe darnos el camino de regreso; el aroma en el ambiente que nos hace recordarnos todo el día; los pasos que acortan la espera y agigantan el deseo. O no. El amor es una palabra o un silencio, una forma de vida o un desvivir por siempre. Una voz al oído, esa tenue caricia que ni dios esperaba o ese golpe de suerte que une dos destinos. El amor es desatino… O no. El amor es una búsqueda, es un encuentro; generalmente es encontrar lo que no buscábamos. Un estira y afloja, es entrega y recibe; navega y percibe. El amor lo es todo, o no. Es sacudirse el yo para dejar entrar al tú; sentir que el mundo pasó de enormemente solo a infinitamente nuestro; saber que no hace falta conjugar un “nosotros” pues ya no existen otros y todo se habla en primera persona: la que llena nuestros ojos. El amor viste un futuro deslavado que desconoce el tiempo y guarda en sus bolsillos todo el pretérito evocativo. El amor es demasiado y muy poco. El amor no se mide. Es un espejismo en el viaje por la geografía cachonda; una parada de autobús. Una voz al oído –ya lo dije, pero quería escuchar tu voz nuevamente- una carta, de esas que ya no se usan, perfumada (no recuerdo para qué); un mensaje a la musa (que ahora le llaman “crush”), declarándole amor platónico, que ahora se define como “encriptado”. El amor es un libro de viaje sin ruta, sin principio ni fin, sin escalas. El amor es un beso (por ahí debimos haber empezado) o más. El amor es ocultarse a la sombra de los eclipses injustos. O no. El amor es un plan, Netflix, pizza a domicilio y no hacer caso a ninguna de las tres cosas. El amor es un arte que se mece en la pirotecnia; el beso que se pierde en el septentrión de tu vientre. La estrella que se acerca más cada noche. La primera cosa en la que piensas por la mañana. La razón para aprender a hacer jotkeis; el hacer cosas los dos para los dos. El amor es un perro infernal –dijo Bukowski- El amor es una cosa esplendorosa –se cantó al principio de Vaselina, con John Travolta y Olivia Newton-John- y se ha vivido en mil y una películas. El amor es un brebaje a la medida. Aprenderse el camino a uñas y dientes en busca del remanso. El amor es impropio e impostergable, confuso e inalienable. El amor es la infinita voluntad de sentirse de alguien más. No hemos hablado de sexo porque en el amor no hace falta hablar, ni de pertenencia porque el amor no pasa factura. El amor es sexo de postre o el sexo es el postre del amor. Es la tinta que escribe los mensajes que aceleran la sangre; el libro que nos contiene en sus páginas.
Si te
sentiste aludido en cualquiera de estas frases encadenadas, entonces tienes motivos
para festejar este 14 de febrero y para nunca dejar de creer en el amor. Pasen
buena semana, y si nos vemos por ahí en algún motel: no me saluden.
Un abrazo a
mi padre hasta el cielo. Nos leemos después.