Romeo, Julieta y los Likes
“Nunca hubo una historia más dolorosa
que la de Julieta y su Romeo”.
El príncipe de Verona
Shakespeare
Romeo
y Julieta
Ah, 14
de febrero, día mundial de la dicha de amar y ser amado (o fingir y ser fingido
en un motel, diría el anticupido o Grinch
del amor). Nada más bello que el amor y nada más representativo del mismo –en la
literatura– que Romeo y Julieta de William Shakespeare. “Pero es una tragedia de
familias enemigas que duró seis días y termina con la pareja (de 16 y 14 años)
muerta” dicen los posmilenials en los memes pre-amorosos febrerinos que
circulan en las redes, donde un like
significa un poco de amor por quien te sigue. El amor se transmuta en un simple
clic, así de fácil.
Y
parece fácil. Romeo y Julieta se ha replicado en cine y hasta en la misma
literatura con interminables versiones que no terminan de comprender el
sacrificio que significa hundirse en las multiformes aguas de ese mar llamado
amor.
«Un
par de amantes desventurados se quita la vida» reza el prólogo, pero hay más. La
obra shakespeariana puede sufrir de muchos “unlikes”
en esta época efímera y falaz. Pero… Se trata de un amor no entendible, ni en
los tiempos de Verona ni ahora. La acción-reacción entre el deseo y el amor
toma tintes sublimes que necesitan de la tragedia, emulación clásica de la
Grecia más antigua, para ser entendidos en su profundidad.
Dicen
los amantes, recién se han conocido:
“ROMEO.
- Yo quisiera ser tu pajarillo.
JULIETA.
- Yo también lo quisiera, dulce bien; pero te haría morir a fuerza de caricias”.
En
el hoy se lucha –sin ensuciarse– por imitar el estereotipo. En los ayeres
primero había que superar el sentimiento platónico y abrirse (a
contracorriente) con la gran valentía de las palabras.
Dirán
que soy tan viejo como las obras del dramaturgo inglés, pero inclusive el amor
tiene su prehistoria. Ahora amar, en su sentido estricto, es exponerse al
escarnio, al NO-like de gran parte de
la anchura internetiana… a la envidia de los NO-presentes. Antes era vivir, una
razón por y para existir. Aunque el susodicho o susodicha no lo sepa nunca. En la
tragedia de Verona, Romeo se cuela en el huerto que tiene vista a la ventana de
Julieta y le confiesa su amor, aunque ella no puede oírlo. Luego, ella aparece
en su ventana y le confiesa su amor a él, sin saber que está allí. A él lo dan
por visto y ella no se da cuenta de las dos palomitas azules que tendría en la
modernidad social.
“Si
el amor es ciego, no puede dar en el blanco”, dice el amigo Mercurio. Todo está
en contra, tanto en una época como en la otra. Pero hay que tener muy claro,
sin toxicidades propias de un tiempo plagado de desconfianza, que la tragedia
inspira el romanticismo, la prohibición obliga el transgredir, el veneno es la
metáfora de una vida más allá de lo imposible. Lo dijo uno y tantos
Shakespeares como obras del autor inglés existen.
“Aún
no han bebido cien palabras tuyas mis oídos y ya te reconozco”. Dice Julieta,
abriendo su corazón a nuevos capítulos desconocidos.
¿Amor
o regalo? ¿dulce o truco? En la época donde un like se da por conveniencia y el regalo marca la medida de la
pasión, pensar en una tragedia en estas fechas sería que los chocolates
hubieran sido comprados en Temu o algo así. Muy lejos de “Este capullo de amor,
con el aliento del verano, puede dar lugar a una hermosa flor cuando nos
encontremos de nuevo”, donde anticipa Julieta un aciago final, pero a sabiendas
que no todo terminará ahí.
“Los
placeres violentos poseen finales violentos y tienen en su triunfo su propia
muerte”, advertía Fray Lorenzo manifestándose en contra del veneno como solución.
Antes como ahora, ir a los extremos conduce al abismo, sería la lección que
nunca escucharemos; "Más vale morir por su odio que prolongar la muerte
sin tu amor" responde Romeo a la adversidad. El amor es locura que
cabalga sin las riendas del entendimiento, diría la vida, antes y ahora, en viva
voz o digital.
“Más
allá de la muerte no hay rivalidad”, lo manifiesta París, pretendiente de
Julieta. “¿Se puede perseguir la venganza más allá de la muerte?”. A veces las
razones en contra son tan grandes, que la paradoja del grano de trigo nos da la
esperanza de renacer sobre las cosas aprendidas. Desprende del amor toda
banalidad y ahí encontrarás la ansiada pureza.
¿Los
finales infaustos explican el amor? Tal vez no, pero en mayor grado lo
justifican y le dan valor agregado. Festejar el 14 de febrero significa que el
amor ha superado toda adversidad, tanto antes, como ahora. Y a eso sí hay que
ponerle un like bien grande.
Este artículo fue publicado en el periódico Ecodiario de Zacatecas
el 9 de febero del 2025
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