sábado, 25 de enero de 2025

 Arte-Locura-y-Amor

 


Quiero que los críticos me juzguen como autora, no como mujer.

Charlotte Brontë

 

Toda buena película tiene un libro. Si son dos buenas películas pueden tener hasta 4 libros en los cuales se basan. Si la peli se trata de la vida de una mujer, famosa escultora que rompió los límites en la Francia de finales del siglo XIX, podemos encontrar hasta una decena de libros que hablen de ella. No se trata de “Mujer, casos de la vida real”, pero sí. Arte-Locura-y-Amor: el paquete que se llama vida contiene estas tres cosas, invariablemente. La mujer es Camille Claudel, el caso de la vida real es su triste historia que la arrastró por estas tres variantes.

Los libros: Camille Claudel, escrito por Reine-Marie Paris, es el libro en el que se basa la película La pasión de Camile Claudel (1988), que, en sus más de dos horas de duración, se acerca a la vida y tragedia de la escultora parisina, aunque Isabelle Adjani y Gérard Depardieu parecen no envejecer en los más de treinta años que dura la trama. Une femme, Camille Claudel, de Anne Delbée, (sólo en francés) cuya portada del libro nos hace una oscura sinopsis de Camile: Nombre: Camile escultora; Nacimiento: 8 de diciembre de 1864; Ojos: Azul oscuro; Amante: Augusto Rodín; Compañero: Debussy; Treinta años de creación (en realidad fueron 10 junto a Rodín y otros 20 padeciendo desamor, síndromes de acoso y paranoia); treinta años de asilo (encierro en institución psiquiátrica). Hay otras publicaciones francesas como Camille Claudel, la internada, de Anne Rivière, en la cual se basa la película Camille 1915, filmada en 2013, con Juliette Binoche como Camille Claudel, ya cincuentona, que relata los años de reclusión que durarían hasta su muerte; Significant Others, Libro colectivo que contiene un ensayo sobre Claudel de Anne Higonnet. 

Todas estas obras literarias y cinematográficas atomizan información difusa de la vida y sufrimiento de la escultora francesa, que unidas las partes nos dan una versión más cercana a lo que pasó en la existencia de esta artista.

La vida se trata de no girar tan rápido mientras bailas, porque en cierto momento perderás el ritmo. Parece ser la consigna que Camille no escuchó al conocer al famoso artista Auguste Rodín y embarcarse en un estilo escultórico basado en la modernidad que ya se respiraba con la cercanía del siglo XX. Pero hay más libros que nos dan huellas de su camino.

Las desheredadas, de Ángeles Caso, reconstruye una genealogía cultural femenina formada por todas las mujeres que rompieron con lo que la sociedad pretendía imponerles y se atrevieron a vivir a contracorriente, a crear y pensar un mundo mejor, aunque solo recibieran a cambio el desprecio de la crítica. Esta obra aborda los siglos XVIII y XIX, tiempo de pintoras, de científicas, revolucionarias traicionadas, escritoras como Mary Shelley, las Brontë y de las impresionistas como Camille Claudel.

Todas ellas se dedicaron a las artes, al pensamiento, lucharon por la libertad y los derechos de los más desfavorecidos, pero la burguesía ilustrada y liberal acabó imponiendo el relato oficial. Y en él no hubo cabida para ellas, prologa esta antología biográfica.

«Si quieres, mundo, júzgame, critica, desgañítate». Enfatiza Ángeles Caso citando a Anne Whitney. “Pero a veces se paga un altísimo precio por la insumisión. El ejemplo más conocido es el de la escultora Camille Claudel (1864-1943), una mujer de increíble talento y valentía que terminó su vida totalmente abandonada por los suyos, encerrada en un manicomio durante treinta años”.

Y nos otorga más pistas sobre la vida de la escultora: “Claudel pertenecía a una familia burguesa y acomodada. Su deseo de dedicarse a la escultura nunca fue bien visto por su madre. Solo su padre la apoyó para que pudiera formarse, primero en la Academia Colarossi y después en el taller del escultor Alfred Boucher. Fue allí donde conoció en 1882 al que pronto se le daría el apelativo de «padre de la escultura moderna», Auguste Rodin. Camille tenía dieciocho años. Él, cuarenta y dos”.

“Claudel y Rodin formaron una pareja profesional y sentimental durante una década. Ella creó piezas extraordinarias basadas a menudo en la cotidianeidad y la intimidad, y a veces también en el horror que ella sentía en su propia mente”, expresa la antologista.

“Las presiones terminaron por arrollarla: el desprecio de su familia a causa de su relación con Rodin, los abortos —según parece— a los que tuvo que someterse, la negativa de su amante a casarse con ella para normalizar sus lazos familiares —Rodin vivía con una antigua modelo, con la que terminó contrayendo matrimonio al borde de la muerte—, la consiguiente ruptura… Y, a partir de ahí, la carencia de apoyos suficientes para seguir creando: pocos encargos, pocas ventas, fracaso, soledad. Camille Claudel fue hundiéndose en un estado de desequilibrio —agravado por la dependencia del alcohol— que terminó por convertirla en una especie de «vieja loca» que vivía en condiciones de mendicidad, perseguida por enemigos imaginarios, Rodin en particular”.

Y narra la debacle “En 1913, en cuanto murió su padre —su único protector en la familia—, su madre y su hermano Paul la ingresaron en un manicomio bajo el diagnóstico de «psicosis paranoide». Así, con un certificado de un médico conocido y una simple firma, terminaron con aquel problema”.

Camille Claudel tenía cuarenta y siete años cuando fue llevada al sanatorio. Durante las siguientes tres décadas, hasta su muerte, escribió una y otra vez a su familia, describiendo las penurias que pasaba, rogando que la sacasen de allí. «Quisiera estar en mi casa y cerrar la puerta». «He tardado mucho en escribirte porque ha hecho tanto frío que no podía tenerme en pie». «Una de mis amigas ha sido encontrada muerta de frío en su cama».

La tragedia no terminó con su muerte, de hambre y de frío, durante la Segunda Guerra Mundial. Nadie asistió a su entierro, la gran escultora fue sepultada cerca de Aviñón, donde estaba el manicomio. Años después, sus huesos —que ningún familiar reclamó— fueron trasladados al osario común y luego desaparecieron. No hubo ninguna tumba que recordase su nombre.

El desprecio de la sociedad ocasionó que no exista información completa sobre su vida.

Rosa Montero, por su parte, en el libro Historias de mujeres, hace otra antología de féminas que decidieron ser libres y todo aquello contra lo que tuvieron que luchar, donde asegura que “Hay mujeres patéticas y desquiciadas que no pueden ser un modelo para nadie, como Camille Claudel o Isabelle Eberhardt. Y hay otras, en fin, ambiguas y complejas, con logros admirables y detalles horrendos, como la gran Simone de Beauvoir, … Eso sí: todas ellas son personas muy poco comunes y tienen unas vidas fascinantes”.

Montero describe a la escultora como “Camille la secuestrada, Camille la prisionera. Coja y seductora Camille, escultora de genio, artista maldita y olvidada. Lo tenía todo para triunfar: talento, inteligencia, coraje, belleza. Pero las circunstancias la fueron deshaciendo. «Todos esos maravillosos dones que la naturaleza le había otorgado no han servido más que para traerle la desgracia», dijo su hermano, el escritor Paul Claudel”.

Asegura que “Desde muy niña Camille fue diferente: por su cojera, por su extraordinaria belleza y por su carácter, radiante, orgulloso, empecinado. Empezó a esculpir y modelar por su propia cuenta”. Para Rosa Montero, Camille padeció otras dos maldiciones que fueron su familia y los prejuicios de la época.

Por último, El vestido azul, obra de Michèle Desbordes, acentúa que el papel de las mujeres que intentaron desarrollar su trabajo cerca de hombres de gran proyección ha sido una sombra.

Al modo de novela, Michèle Desbordes, intenta rescatar a Camille de su fantasmal condición. Un fantasma delicado, bellísimo, sutil, cuya potencia emocional la apartó de las convencionales sensibilidades que la rodeaban… nadie consiguió «verla», nadie supo entenderla; nadie, podemos concluir, estuvo a la altura de sus circunstancias.

De su escultura: Para conocer su obra escultórica, el museo Camille Claudel situado en Nogent-sur-Seine, a 1 hora de París en tren, en la casa donde Camille Claudel pasó sus años de formación, es un vibrante homenaje a una de las escultoras con más talento del siglo XIX, que recorre la carrera de la artista y pone de relieve su genio creativo.

Entre los 300 tesoros del museo, se encuentran las obras más emblemáticas de Camille Claudel como la escultura "La Valse", una oda a la pasión y a la danza, "La Petite Châtelaine" que capta la inocencia y la vulnerabilidad de una joven, "L'Âge mûr", que evoca el dolor y la resignación ante el paso del tiempo.

Conclusión: En la vida, el arte y el amor nos pueden llevar a la locura (así le llaman los “buenos” a lo que no comprenden).


Este articulo fue publicado en el periódico Ecodiario de Zacatecas

el 26 de enero del 2025

sábado, 4 de enero de 2025

 Ojalá estuvieras aquí: Tres interpretaciones

 


(o cuatro)

 

“Yo vengo de una generación de perdedores,

que, además, no quisieron ganar”.

Alberto Huerta

 

Uno de mis propósitos para el año 2024 que ya finalizó, era tatuarme en el lado izquierdo de mi pecho la frase “Ojalá estuvieras aquí”. Tal vez me detuvo la fuerza que llevan esas palabras, que permean en la bucólica nostalgia derrotista del presente no deseado. Aunque, la frase ha tenido tres diferentes interpretaciones de acuerdo a la aflicción de los autores.

1. Wish you were here, Ojalá estuvieras aquí, de Pink Floyd (1975). Música con mucha poesía. Seis años después de que Syd Barret hubiera abandonado la banda Pink Floyd, los demás elementos del grupo dedicaron el álbum Wish yuo were here al “Diamante loco”, que fue líder del grupo por un buen de años. La canción homenaje, que ocupa la mayor parte del disco, es Shine on your crazy diamond, aunque Ojalá estuvieras aquí también tiene algunas reminiscencias hacia Syd Barret. Shine On You Crazy Diamond, hace apología sobre el colapso mental que obligó a Syd a abandonar el grupo. Con versos “Alcanzaste el secreto demasiado pronto, lloraste por la luna”, da muestra del sentir de Pink Floyd por la ausencia de su fundador.

Wish You Were Here, por su parte, reflejaba la sensación de que la amistad entre el grupo estaba desapareciendo. Los cambios en el grupo no cuajaban muy bien y surgían preguntas como ¿así que crees que puedes diferenciar el cielo del infierno? … ¿Consiguieron convencerte de cambiar tus héroes por fantasmas? … ¿Acaso cambiaste el rol de un extra en la guerra por el papel principal en una jaula?” concluye con una reflexión a la distancia: “Cómo me gustaría que estuvieras aquí / Somos solo dos almas perdidas nadando en una pecera año tras año … ¿Qué descubrimos? Los mismos viejos miedos”. Una tonelada de ausencia no es capaz de responder las preguntas. Wish yuo were here es, quizá, la mejor canción del grupo, tal vez por lo que significó y anticipó para Pink Floyd.

2. Ojalá estuvieras aquí, de Alberto Huerta. Hay zacatecanos inconformes con que el ganador del Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 1977, por el libro titulado así, haya utilizado esta frase para su cuento y su libro ganador, pero en la misma narrativa se respira ambiente pinfloydiano. Inclusive los dos epígrafes de inicio del libro son canciones de Pink Floyd.

En este libro, el escritor zacatecano Alberto Huerta agrega, a la ausencia, la nostalgia y un dejo de irremediable derrota, que correspondía al cambio de los tiempos desde la década de los sesenta en el siglo XX, con la ruptura y esas cosas, a la cercana llegada de los ochenta y su hegemonía.

El escritor y crítico Víctor Roura comentó “Alberto Huerta sigue escribiendo, pero como es costumbre suya lo hace desde las sombras de la literatura, lo cual no significa que él permanezca en la oscuridad narrativa. Perteneciente a la generación de José Agustín, quien cambiara drásticamente la ruta escritural en el país a fines de los años sesenta, Alberto Huerta es también uno de esos autores que contribuyera a la renovación literaria mexicana a partir de aquella década”.

Los escritores que padecieron el 68 y la masacre del 10 de junio de 1971, esperaban un cambio en el país que se fue apagando, y se quedaron en la nostalgia, como el protagonista de la película El Bulto, que despierta 20 años después del halconazo y sus camaradas ya son neoliberales. Así la nostalgia.

José Miguel Oviedo, en su artículo Crítica al sesgo, define la obra de Huerta como la descripción de un mundo imaginario muy definido y personal: “todos huyen de algo o están en peligro inminente de ser descubiertos, detenidos, muertos. La única dimensión en la que existen es la del presente, un presente instantáneo, de sensaciones relampagueantes y visiones entrecortadas”

De Ojalá estuvieras aquí dice “Es un ejemplo cabal del arte de concentración que puede alcanzar Huerta: muerte y sexo ya no son dos instancias, sino una sola desplegándose en la mente de un acosado como un tiempo flexible que contiene el pasado (la infalible chica desnudándose) y el presente (la persecución policial). Como los buenos cuentos, produce un impacto casi físico, una sensación de drama, redondeado en apenas tres páginas”.

Arturo Trejo Villafuerte, por su parte, define Ojalá estuvieras aquí, el cuento, como “un relato concentrado y en él se hace patente el cruce de realidades entre el tipo que está a punto de hacer el amor y que recuerda la represión, o los tipos que están siendo baleados por los guaruras, y uno de ellos se imagina un ventanal y en él una mujer de bello cuerpo, quitándose las prendas íntimas. … La narración que fluye en tres niveles de conciencia: la de quien escribe, quien está en París y el propio relato, todos mezclados para formar una unidad de lenguaje que exige una lectura atenta”, definiendo la narrativa de Huerta, aunque pinkfloydiana, como fresca y que no pierde vigencia.

En este caso la frase Ojalá estuvieras aquí narra ese tiempo perdido.

3. Ojalá estuvieras aquí, de Renée Carlino: el libro y la peli. Una chica a la deriva encuentra la chispa que nunca supo que necesitaba con un chico que cambió su vida para siempre. Dice la promoción del libro.

En Ojalá estuvieras aquí, Renée Carlino nos cuenta la historia de Charlotte, una chica de veinte años que, año tras año, está atrapada en una vida sin propósito. Una noche, se encuentra con Adam, un pintor intrigante que parece estar viviendo su mejor vida. Charlotte queda cautivada por todo lo que él es. En una sola noche Charlotte se enamora de Adam y ve un futuro juntos. Pero en la dura luz de la mañana, todo es diferente, y ella se va con el corazón roto.

Ojalá estuvieras aquí es más un viaje que una reminiscencia. No se trata del recuerdo, sino de andar el camino. Por eso, tal vez, ha recibido críticas al respecto de usar la frase de la canción de Pink Floyd, aunque ya hayan pasado 50 años. Habrá que esperar al estreno de la película, el 21 de marzo de este año, para saber si en verdad desearíamos regresar a algún punto de nuestro pasado.

¿Del tatuaje? está en el propósito reciclado para este 2025, aunque la frase es muy poderosa y merece el respeto que no logra un romance ligero para el streaming, ponerla en el pecho, del lado del corazón deja dudas, no es un letrero de “Se renta” víscera cardiaca a mensualidad congelada, la frase más bien viaja en la dicotomía que se envía en el doble mensaje a “la que se fue” como dijera José Alfredo: Ojalá estuvieras aquí, porque ya no ocupas un lugar en mi corazón o porque ya no hay un corazón para rentar. Ojalá lo tuviera, pero esos tiempos ya pasaron. Igual y ese tatuaje se convertirá en un cuento… o una canción cuando alcance el poder de esa frase. En fin. Saludos.


Artículo publicado en el periódico Ecodiario de Zacatecas

el 5 de enero del 2025